“Cuando estoy pintando o dibujando, simplemente, ¡pum!, me desconecto de todo el ambiente en donde estoy, y esa sensación tal vez sea el disfrute, el goce. Es como la simple emoción de no estar pensando en nada pero a la vez estar generando algo”.
Las pinturas de Alejandro se nutren de la música que escucha y de los lugares que ha visitado, de la pintura y los grabados de otros artistas que desde niño ha visto en las paredes de su casa, en museos de distintos países y en libros; son una búsqueda que se evidencia en su confianza para quitarle lo inmaculado al lienzo ya sea con óleo, acrílico o aerosol, para acomodar horizontal o verticalmente un cuadro y empezar a darle; en la forma en que de manera juguetona cita visualmente a Edward Münch o Durero, en el inocente desenfado con que platica de su proceso de creación y la manera en que concibe como creador.
El estudio de Alejandro Escobar es un tapanco, en la cochera de la casa de sus padres, ahí suele pasar muchas horas pintando, envuelto en una atmósfera en la que sólo él tiene cabida.
Alejandro es un joven de 16 años que desde hace tres años se ha dedicado a la pintura cuando conoció al artista colimense Cesar Burgos, quien influyó en Alejandro dándole confianza en sí mismo.
Las composiciones que dominan en la obra de este joven artista son las que parten del centro y se recargan hacia la derecha del plano, en la perspectiva del espectador, pero sobre todo, domina una actitud desenfadada que se traduce en el uso recurrente de manchas, salpicaduras del óleo y acrílico, con algunas intervenciones en aerosol.